Buenas noches queridos lectores, en esta ocasión les traigo un escrito de la vieja escuela que llevaba cerca de dos años guardado en mi cuaderno, por fin me decidí a escribirlo en la PC y compartirlo con todos ustedes, también quiero agradecerles por leer mis cuentos anteriores y por sus valiosos comentarios al respecto. En el descenso trato uno de los temas mas polémicos de la vida que es la infelicidad de hacer lo que a la gente no le gusta o no les llena del todo, en este cuento exploramos gran parte de mi propia vida y tomo como inspiración varias fases de mi propia vida combinada con otras situaciones como son el insomnio y la imposibilidad para despertar por la mañana. De antemano muchas gracias, espero que les guste y sus comentarios.
El
Descenso.
Dionisio
se levantó temprano esa mañana pero por más que intentaba no lograba quitarse
el sueño producto de ya varias semanas de insomnio, no podía dormir en las
noches hasta ya bien entrada la noche y esa situación era tan abrumadora ya que
en la mañana no podía quitarse esa sensación de sueño de encima. Dionisio se
quedaba dormido con frecuencia en el transporte público, algunas veces en su
trabajo, en el comedor, en el metro de regreso, pero justo al llegar la noche
se le iba todo ese sueño acumulado mas no el cansancio, mientras tanto giraba de
un lado a otro en su cama, se tapaba completo, se destapaba, veía el televisor,
lo apagaba, iba al baño, hacía de todo hasta que finalmente se quedaba dormido
a altas horas de la noche o ya tirándole a la madrugada, claro que en las
mañanas no lograba despertarse a tiempo y si en ocasiones lo lograba parecía más
un zombi que un hombre sano en plena juventud, era un verdadero martirio.
Por
lo menos aquella mañana si había logrado despertarse a una hora adecuada, de
inmediato se metió a bañar, al salir se arregló un poco y se fue directo al
trabajo. Su trabajo era sumamente aburrido pero no era tan malo después de
todo, tenía todo lo que uno podría desear, un horario flexible, lo único que tenía
que hacer era aguantar su jornada de medio tiempo y salir de regreso a su hogar
a hacer cualquier otra cosa que no fuera estar frente a un escritorio o en el área
de fotocopiado, pero para Dionisio eso era una horrible eternidad, lo único que
ayudaba era que podía escuchar música en su oficina y eso lo hacía feliz, lamentablemente
odiaba su trabajo de una manera incomprensible y lo peor es que ni el sabía por
qué.
Ese
día se bajó del metro revisando rápidamente el reloj, por suerte llevaba un
buen tiempo e iba acompañado de la mejor música del mundo en sus oídos que como
ya era costumbre animaban sus mañanas y lo ponían de buen humor antes de llegar
a la infame oficina donde dejaba día a día la mitad de sus 24 horas de
actividad, iba pensando en que increíble seria que le pagaran por escuchar música
y viajar en un camión medio vacío, esa idea no lo molestaría en lo absoluto, podría
hacerlo por horas hasta que le reventaran los oídos, pero lamentablemente jamás
ocurriría tal cosa, estaba ensoñado con sus fantasías hasta que justo en la puerta
de entrada del personal se encontró con un revuelo de gente que señalaba con
gestos intranquilos a un individuo que corría a gran velocidad hacia él, Dionisio
pudo ver que dicho hombre corría enloquecido abrasado por una poderosa flama de
fuego verde, el hombre iba tan velos que iba dejando una estela de llamas
verdes perecederas que lo hacían ver como si hubiera sido disparado desde un
cañón.
Dionisio
se detuvo en seco pero el hombre iba tan rápido y determinado que ya estaba a
menos de tres pasos de él, el hombre balbuceo sus últimas palabras que sonaron
con un eco extraño y en algún momento fueron ininteligibles.
-¡No
entres ahí¡
Fue
lo único que Dionisio logro percibir antes de ser impactado de lleno por aquel
hombre en llamas verdes, el golpe había pulverizado al sujeto y había sido lo
suficientemente fuerte como para derribar a Dionisio, ahora este yacía sentado
en el suelo repleto de una infame ceniza proveniente de aquel individuo que le había
parecido tan sumamente familiar, de repente la gente lo intercepto y le
hicieron muchas preguntas.
-¿Conocías
a ese tipo?, ¿Qué le has hecho? desapareció por completo, ¿Estas bien hijo?,
¿Te hizo algo el tipo ese?
Dionisio
respondió como pudo a todas las interrogantes pero el menos que nadie tenía la
menor idea de que había ocurrido en ese lugar. Lo llevaron al servicio médico
para que lo revisaran pero no presentó ninguna molestia aparte de estar
cubierto de cenizas humanas recientes y lo dejaron ir a su área de trabajo, subió
al segundo piso y se dirigió al baño para lavarse bien todas esas cenizas, se sacudió
lo mejor que pudo y se dirigió a su cubículo de trabajo, pero antes de llegar
fue asediado por múltiples y morbosas preguntas por parte de sus compañeros a
las que solo respondió con un resumen de lo ocurrido y con la negación de saber
algo más del tema.
Una
vez llego a su lugar se dio cuenta de que ya tenía una extensa fila de clientes
esperándolo con caras exigentes que lo reprocharon con desdén por haber llegado
tarde a atender sus exigencias, se apuró a atenderlos a todos pero él sabía que
ninguno de ellos se había ganado ni su amistad, ni su respeto, ninguno de esos
exigentes cabrones era ni seria jamás importante para él, porque él era varias veces más capas que todos ellos
juntos, para el eran simple basura insignificante y no tenían el más mínimo
valor, eran tan simples que hasta daban asco, todos compartían el mismo sentido
del humor idiota, las mismas actitudes mediocres, la misma felicidad fingida
ensayada de tantos años que hasta parecía ser real, los odiaba con todas sus
ganas, odiaba que se le acercaran, que intentaran bromear con el que a final de
cuenta eran tan simples que aun queriendo no merecían ni una sonrisa, él
prefería estar solo, alejado de todos pero para su desgracia su trabajo requería
de verlos a todos constantemente, solo esperaba que fuera la hora de salida
para irse de ahí corriendo.
Ese
día su odio se acrecentaba con cada persona que se aproximaba, los comenzó a
tratar mal y luego finalmente se calmó. Ya solo faltaban 10 minutos para partir
de aquel tortuoso sitio, fue al baño y a fumar un cigarro para matar los 10
minutos que restaban, finalmente lo logro, regreso, recogió todas sus cosas y
hecho a correr a las escaleras de salida.
Por
fin era libre, después de un día tan aburrido y al otro día ya no volvería, lo había
decidido, mandaría ese infame trabajo al carajo y con él a todos los individuos
que ahí trabajaban, iba ensoñado en su determinada decisión pero cuando cruzo
el umbral que dividía el edificio con la calle sintió una poderosa corriente de
aire frio que le helo absolutamente todas las terminaciones nerviosas, la sensación
fue tan poderosa que le pareció haber perdido el conocimiento por unos
segundos, pero fue algo muy raro porque al ver a su alrededor estaba de nuevo
en las escaleras de salida, se sintió confundido, era ya el segundo suceso
extraño del día, no le dio importancia y se dispuso a bajar de nuevo las
escaleras y se encontró de frente con su jefe que lo saludo y le dijo.
-Buenas
tardes joven Dionisio, ¿A dónde se dirige?, ¿Dejo a alguien encargado su
puesto?
Dionisio
le respondió contento.
-Buenas
tardes jefe, pues me disponía a ir a mi casa en este mismo instante y supongo
que ya habrá llegado mi relevo.
-¿Tiene
algún problema?, ¿Algo le ha ocurrido?
-De
ninguna manera y ahora, si me disculpa…
-¡Deténgase
ahí y deme una explicación de por qué abandona su trabajo! ¡Si se siente mal yo
lo entiendo, pero no juegue conmigo!
-Jefe,
con todo respeto, ya cumplí con mi horario y no pienso quedarme ni un minuto
mas aquí.
-Dionisio
revise su reloj y regrese a trabajar. Si tiene algún problema hágamelo saber,
pero si se va así sin explicar nada le descontare el día completo.
El
jefe no le permitió argumentar nada más subió enfadado y se perdió de vista.
Dionisio se quedó asombrado, reviso el reloj y casi se vomita de la impresión,
ya que el reloj marcaba la 1:30 y no las 4:00 como anteriormente, ¿Qué maldición
es esta?- pensó-, subió rápidamente para ver qué era lo que estaba ocurriendo pero
a lo lejos vio a un hombre muy malhumorado que le gritaba a una clienta suya, parecía
un hombre muy enojado con el mundo y con la vida, en esta ocasión no pudo
contener el vómito, se vomito prolíficamente en su sitio mientras se veía a sí
mismo a varios metros de distancia regañando a la gente y tratándolos como
basura.
¡Qué
demonios está pasando!-exclamo desesperado- el miedo no lo dejaba pensar así
que intento volverse a ir, corrió por las escaleras y volvió a cruzar el umbral
de las salida pero para su desgracia volvió a sentir la ráfaga helada, la
perdida momentáneamente de conocimiento y volvió a aparecer en la escalera,
esta vez vio de inmediato su reloj y comprobó asombrado que la hora había disminuido
otra vez, ahora eran las 12:30, volvió a repetir el procedimiento otras dos
veces sin ningún logro más que su reloj marcara ahora las 10:30, quiso
intentarlo una tercera ves pero esta vez las escaleras se cerraron de golpe de
tal manera que solo el acceso al sótano quedo disponible, desesperado bajo con
cuidado hasta la parte de su oficina a la que nunca en su vida había tenido
acceso, era un lugar muy oscuro y tenebroso pero al bajar los escalones
correspondientes se dio cuenta de que no llego al sótano, si no a otro apartado
de escaleras que seguían bajando y seguían bajando aparentemente hasta el
infinito, jamás se imaginó que hubiera tantos pisos subterráneos en su edificio,
pero algo estaba muy raro, mientras más bajaba más oscuras se ponían las
escaleras.
Ya
había bajado lo equivalente a 10 pisos, unos iluminados con focos viejos y
otros sumidos en la más grotesca oscuridad, también era destacable el horrible frió que comenzó a azotar aquellas escaleras. Dionisio estaba totalmente
asustado, era imposible que un edificio tuviera tantos pisos de sótano, quería regresar
corriendo pero una curiosidad enfermiza lo hacía seguir bajando, ya se había cansado
mucho pues llevaba ya la equivalencia de 50 pisos hacia abajo, ese lugar ya era
un gélido y mohoso infierno, las paredes estaban roídas y oxidadas, la
iluminación había vuelto pero de manera muy tenue, solo por unas frágiles lámparas
que acompañaban el descenso, las paredes tenían enormes agujeros y grietas
profundas por las que salían gritos o gemidos que denotaban un auténtico dolor,
también se escuchaban pasos a su espalda que hacían de la experiencia un
derroche de tortuosa paranoia que hacía a Dionisio voltear constantemente para comprobar
que no estaba siendo acechado por alguien entre las sombras.
La
equivalencia era ya de 100 pisos hacia abajo y el frió en este punto era el
peor que hubiera sentido jamás, los agujeros ahora eran hipnotizantes boquetes
profundos de dónde provenía una absorbente negatividad, finalmente Dionisio se cansó
de bajar y decidió regresar, pero su ascensión se vio mermada por unas enormes
manos grises y podridas que salieron de los agujeros, lo tocaban
insistentemente y lo jalaban hacia ellos, pero se pudo liberar de alguna manera
y trato de subir, pero su miedo más infame se le vino encima como una bola de
boliche, en el escalón superior se encontraba un individuo solo imaginable para
los más desaforados dementes, eran un feroz humanoide de elevada estatura que emitía
dolorosos gritos de ansiedad que agitaba sus largos brazos tratando de
alcanzarlo, su carne era pellejuda y grisácea y su rostro desfigurado solo tenía
una expresión de odio infinito, Dionisio se quedó paralizado ante semejante
criatura infernal y no reacciono hasta que aquel individuo ya estaba lo
suficientemente cerca como para abrazarlo, entonces dio media vuelta y salió
corriendo tan rápido como pudo, bajo las escaleras ya sin ir contando cuantos
pisos llevaba y no se detuvo hasta que encontró una enorme puerta de piedras
negras que contenía el siguiente grabado en ella.
“Ante
los ojos del maestro todos somos iguales, todos sufrimos igual y compartimos un
mismo destino. El tiempo se desvanecerá pero nosotros seguiremos viviendo el
mismo infierno hasta que se acabe la voluntad de quien odia”
Empujo
la puerta sin poner la más mínima atención a aquellas palabras, entro y llego a
un lugar morbosamente conocido, era muy similar al edificio donde trabajaba
pero con un enfermizo toque decadente, parecía como si en aquel sitio hubiera
habido un terrible terremoto, ya que el lugar estaba muy destruido y parecía estar
abandonado, de todos modos esa situación no tenía la más mínima lógica, ¿Cómo
era posible que después de 100 pisos hacia adentro hubiera un lugar como ese?
-Tok, tok, tok
-Tik, tik, tok,
tok
Salió
de su ensimismamiento y se dirigió a investigar de donde provenía ese constante golpeteo.
-Tok, tok, tok
-Tik, tik, tok,
tok
Y
lo que descubrió fue absolutamente horrible, en el segundo piso del edificio había
una emulación bizarra de su área de trabajo, solo que aquí los trabajadores
eran seres como los de las escaleras vestidos con traje que gemían dolorosas
sonatas que compartían entre ellos. Cada uno de ellos traía consigo un enorme
machete con el que cortaban violentamente grandiosos pedazos de carne acumulados
en sus mórbidos escritorios, los que no contaban con un montón de carne se
mutilaban a sí mismos o cortaban a sus compañeros con bastante energía mientras
se lograba escuchar un muy forzado –Trabajo, trabajo, solo hay que trabajar-. Dionisio
no podía soportar una escena tan funesta como aquella y dijo en voz baja, -¿Qué
demonios es este lugar?- dijo esto sin esperar ninguna respuesta pero para su
infeliz asombro obtuvo una respuesta de lo que parecía ser una versión sumamente
decrepita de sí mismo que le dijo.
-Este
lugar tú lo conoces bien, es tu área de trabajo solo que nunca habías tenido
acceso a esta área, solamente una acumulación muy grande de dolor u odio pudo
haberte garantizado un boleto para que visitaras esta mierda, nosotros los que
estamos aquí alguna vez fuimos humanos o algún otro tipo de ser pensante pero
con el paso del tiempo y la energía negativa que crece en nuestro interior nos
fuimos degenerando poco a poco y ahora ni la muerte ni el tiempo nos pueden
librar de nuestro destino aquí, nosotros hemos ido más allá del tiempo y de la
muerte y al final solo queda el TRABAJO.
Dionisio
se vio proyectado a futuro, trabajando como un demente para alguien más, desperdiciando
el tiempo de su vida trabajando como idiota sin obtener absolutamente nada que
vaya más allá del dinero o por lo menos de un dinero bueno y aun después de la
muerte seguiría trabajando como esos infelices, la sola idea le causo un ataque
de histeria indomable, se arrodillo y se revolcó en el suelo imaginando su
amargo futuro, pero cuando por fin retomo la consciencia se decidió a escapar
de aquel lugar, pero no sin antes destruirlo por completo, diviso una antorcha
con una enorme llama verde saliendo de ella y le vino una brillante idea,
incendiaria ese lugar con todos sus infames habitantes y los libraría de esa
horrible cárcel de trabajo infinito en la que se encontraban, corrió hacia la
antorcha, la tomo y la lanzo contra los muebles decadente que comenzaron a
arder prominentemente, tomo otra y encendió otro tramo de aquella infame prisión,
así continuo hasta que el lugar no era más que un hervidero de sollozos y de
poderosas llamas, trato de correr en dirección a la puerta pero se tardó mucho,
el fuego ya lo había empezado a perseguir y lo había encendido por el pie
izquierdo que rápidamente fue encendiendo todo su cuerpo hasta dejarlo
completamente en llamas, empujo la puerta, subió lo equivalente a un piso y volvió
a su edificio normal de trabajo, ya sabía lo que tenía que hacer, si no mal
recordaba tendrían que ser las 9:30 que es la hora a la que llego aquel día, tenía
que evitarse llegar ese día al trabajo, su vida entera dependía de ello, corrió
lo más rápido que pudo y logro ver a la gente señalándolo pero no le importo,
lo que importaba era evitar su llegada, pero todo esfuerzo fue infructuoso,
cuando le faltaban tres pasos para llegar a si mismo sintió como sus
extremidades y partes de su rostro se tornaban en cenizas, ese fuego verde
estaba en otro nivel de daño, pero irónicamente no sentía ni el más mínimo dolor,
finalmente exclamo.
-¡No
entres! ¡Yo soy tu y abajo está el otro! …
Aunque
solo lo primero fue audible, las demás palabras ya no salieron de su calcinada
boca, tal vez si hubiera podido dar su mensaje su destino hubiera sido
diferente, el ultimo recuerdo de Dionisio fue el sentir como su cuerpo entero
se estrellaba consigo mismo convirtiéndose de inmediato en molesto polvo
humano.