miércoles, 29 de abril de 2015

La rutina y sus consecuencias.

Buenas noches queridos lectores, en esta ocasión les traigo un escrito de la vieja escuela que llevaba cerca de dos años guardado en mi cuaderno, por fin me decidí a escribirlo en la PC y compartirlo con todos ustedes, también quiero agradecerles por leer mis cuentos anteriores y por sus valiosos comentarios al respecto. En el descenso trato uno de los temas mas polémicos de la vida que es la infelicidad de hacer lo que a la gente no le gusta o no les llena del todo, en este cuento exploramos gran parte de mi propia vida y tomo como inspiración varias fases de mi propia vida combinada con otras situaciones como son el insomnio y la imposibilidad para despertar por la mañana. De antemano muchas gracias, espero que les guste y sus comentarios.   

El Descenso.

Dionisio se levantó temprano esa mañana pero por más que intentaba no lograba quitarse el sueño producto de ya varias semanas de insomnio, no podía dormir en las noches hasta ya bien entrada la noche y esa situación era tan abrumadora ya que en la mañana no podía quitarse esa sensación de sueño de encima. Dionisio se quedaba dormido con frecuencia en el transporte público, algunas veces en su trabajo, en el comedor, en el metro de regreso, pero justo al llegar la noche se le iba todo ese sueño acumulado mas no el cansancio, mientras tanto giraba de un lado a otro en su cama, se tapaba completo, se destapaba, veía el televisor, lo apagaba, iba al baño, hacía de todo hasta que finalmente se quedaba dormido a altas horas de la noche o ya tirándole a la madrugada, claro que en las mañanas no lograba despertarse a tiempo y si en ocasiones lo lograba parecía más un zombi que un hombre sano en plena juventud, era un verdadero martirio.
Por lo menos aquella mañana si había logrado despertarse a una hora adecuada, de inmediato se metió a bañar, al salir se arregló un poco y se fue directo al trabajo. Su trabajo era sumamente aburrido pero no era tan malo después de todo, tenía todo lo que uno podría desear, un horario flexible, lo único que tenía que hacer era aguantar su jornada de medio tiempo y salir de regreso a su hogar a hacer cualquier otra cosa que no fuera estar frente a un escritorio o en el área de fotocopiado, pero para Dionisio eso era una horrible eternidad, lo único que ayudaba era que podía escuchar música en su oficina y eso lo hacía feliz, lamentablemente odiaba su trabajo de una manera incomprensible y lo peor es que ni el sabía por qué.

Ese día se bajó del metro revisando rápidamente el reloj, por suerte llevaba un buen tiempo e iba acompañado de la mejor música del mundo en sus oídos que como ya era costumbre animaban sus mañanas y lo ponían de buen humor antes de llegar a la infame oficina donde dejaba día a día la mitad de sus 24 horas de actividad, iba pensando en que increíble seria que le pagaran por escuchar música y viajar en un camión medio vacío, esa idea no lo molestaría en lo absoluto, podría hacerlo por horas hasta que le reventaran los oídos, pero lamentablemente jamás ocurriría tal cosa, estaba ensoñado con sus fantasías hasta que justo en la puerta de entrada del personal se encontró con un revuelo de gente que señalaba con gestos intranquilos a un individuo que corría a gran velocidad hacia él, Dionisio pudo ver que dicho hombre corría enloquecido abrasado por una poderosa flama de fuego verde, el hombre iba tan velos que iba dejando una estela de llamas verdes perecederas que lo hacían ver como si hubiera sido disparado desde un cañón.
Dionisio se detuvo en seco pero el hombre iba tan rápido y determinado que ya estaba a menos de tres pasos de él, el hombre balbuceo sus últimas palabras que sonaron con un eco extraño y en algún momento fueron ininteligibles.

-¡No entres ahí¡

Fue lo único que Dionisio logro percibir antes de ser impactado de lleno por aquel hombre en llamas verdes, el golpe había pulverizado al sujeto y había sido lo suficientemente fuerte como para derribar a Dionisio, ahora este yacía sentado en el suelo repleto de una infame ceniza proveniente de aquel individuo que le había parecido tan sumamente familiar, de repente la gente lo intercepto y le hicieron muchas preguntas.

-¿Conocías a ese tipo?, ¿Qué le has hecho? desapareció por completo, ¿Estas bien hijo?, ¿Te hizo algo el tipo ese?

Dionisio respondió como pudo a todas las interrogantes pero el menos que nadie tenía la menor idea de que había ocurrido en ese lugar. Lo llevaron al servicio médico para que lo revisaran pero no presentó ninguna molestia aparte de estar cubierto de cenizas humanas recientes y lo dejaron ir a su área de trabajo, subió al segundo piso y se dirigió al baño para lavarse bien todas esas cenizas, se sacudió lo mejor que pudo y se dirigió a su cubículo de trabajo, pero antes de llegar fue asediado por múltiples y morbosas preguntas por parte de sus compañeros a las que solo respondió con un resumen de lo ocurrido y con la negación de saber algo más del tema.

Una vez llego a su lugar se dio cuenta de que ya tenía una extensa fila de clientes esperándolo con caras exigentes que lo reprocharon con desdén por haber llegado tarde a atender sus exigencias, se apuró a atenderlos a todos pero él sabía que ninguno de ellos se había ganado ni su amistad, ni su respeto, ninguno de esos exigentes cabrones era ni seria jamás importante para él, porque  él era varias veces más capas que todos ellos juntos, para el eran simple basura insignificante y no tenían el más mínimo valor, eran tan simples que hasta daban asco, todos compartían el mismo sentido del humor idiota, las mismas actitudes mediocres, la misma felicidad fingida ensayada de tantos años que hasta parecía ser real, los odiaba con todas sus ganas, odiaba que se le acercaran, que intentaran bromear con el que a final de cuenta eran tan simples que aun queriendo no merecían ni una sonrisa, él prefería estar solo, alejado de todos pero para su desgracia su trabajo requería de verlos a todos constantemente, solo esperaba que fuera la hora de salida para irse de ahí corriendo.

Ese día su odio se acrecentaba con cada persona que se aproximaba, los comenzó a tratar mal y luego finalmente se calmó. Ya solo faltaban 10 minutos para partir de aquel tortuoso sitio, fue al baño y a fumar un cigarro para matar los 10 minutos que restaban, finalmente lo logro, regreso, recogió todas sus cosas y hecho a correr a las escaleras de salida.
Por fin era libre, después de un día tan aburrido y al otro día ya no volvería, lo había decidido, mandaría ese infame trabajo al carajo y con él a todos los individuos que ahí trabajaban, iba ensoñado en su determinada decisión pero cuando cruzo el umbral que dividía el edificio con la calle sintió una poderosa corriente de aire frio que le helo absolutamente todas las terminaciones nerviosas, la sensación fue tan poderosa que le pareció haber perdido el conocimiento por unos segundos, pero fue algo muy raro porque al ver a su alrededor estaba de nuevo en las escaleras de salida, se sintió confundido, era ya el segundo suceso extraño del día, no le dio importancia y se dispuso a bajar de nuevo las escaleras y se encontró de frente con su jefe que lo saludo y le dijo.

-Buenas tardes joven Dionisio, ¿A dónde se dirige?, ¿Dejo a alguien encargado su puesto?
Dionisio le respondió contento.
-Buenas tardes jefe, pues me disponía a ir a mi casa en este mismo instante y supongo que ya habrá llegado mi relevo.
-¿Tiene algún problema?, ¿Algo le ha ocurrido?
-De ninguna manera y ahora, si me disculpa…
-¡Deténgase ahí y deme una explicación de por qué abandona su trabajo! ¡Si se siente mal yo lo entiendo, pero no juegue conmigo!
-Jefe, con todo respeto, ya cumplí con mi horario y no pienso quedarme ni un minuto mas aquí.
-Dionisio revise su reloj y regrese a trabajar. Si tiene algún problema hágamelo saber, pero si se va así sin explicar nada le descontare el día completo.

El jefe no le permitió argumentar nada más subió enfadado y se perdió de vista. Dionisio se quedó asombrado, reviso el reloj y casi se vomita de la impresión, ya que el reloj marcaba la 1:30 y no las 4:00 como anteriormente, ¿Qué maldición es esta?- pensó-, subió rápidamente para ver qué era lo que estaba ocurriendo pero a lo lejos vio a un hombre muy malhumorado que le gritaba a una clienta suya, parecía un hombre muy enojado con el mundo y con la vida, en esta ocasión no pudo contener el vómito, se vomito prolíficamente en su sitio mientras se veía a sí mismo a varios metros de distancia regañando a la gente y tratándolos como basura.

¡Qué demonios está pasando!-exclamo desesperado- el miedo no lo dejaba pensar así que intento volverse a ir, corrió por las escaleras y volvió a cruzar el umbral de las salida pero para su desgracia volvió a sentir la ráfaga helada, la perdida momentáneamente de conocimiento y volvió a aparecer en la escalera, esta vez vio de inmediato su reloj y comprobó asombrado que la hora había disminuido otra vez, ahora eran las 12:30, volvió a repetir el procedimiento otras dos veces sin ningún logro más que su reloj marcara ahora las 10:30, quiso intentarlo una tercera ves pero esta vez las escaleras se cerraron de golpe de tal manera que solo el acceso al sótano quedo disponible, desesperado bajo con cuidado hasta la parte de su oficina a la que nunca en su vida había tenido acceso, era un lugar muy oscuro y tenebroso pero al bajar los escalones correspondientes se dio cuenta de que no llego al sótano, si no a otro apartado de escaleras que seguían bajando y seguían bajando aparentemente hasta el infinito, jamás se imaginó que hubiera tantos pisos subterráneos en su edificio, pero algo estaba muy raro, mientras más bajaba más oscuras se ponían las escaleras.

Ya había bajado lo equivalente a 10 pisos, unos iluminados con focos viejos y otros sumidos en la más grotesca oscuridad, también era destacable el horrible frió que comenzó a azotar aquellas escaleras. Dionisio estaba totalmente asustado, era imposible que un edificio tuviera tantos pisos de sótano, quería regresar corriendo pero una curiosidad enfermiza lo hacía seguir bajando, ya se había cansado mucho pues llevaba ya la equivalencia de 50 pisos hacia abajo, ese lugar ya era un gélido y mohoso infierno, las paredes estaban roídas y oxidadas, la iluminación había vuelto pero de manera muy tenue, solo por unas frágiles lámparas que acompañaban el descenso, las paredes tenían enormes agujeros y grietas profundas por las que salían gritos o gemidos que denotaban un auténtico dolor, también se escuchaban pasos a su espalda que hacían de la experiencia un derroche de tortuosa paranoia que hacía a Dionisio voltear constantemente para comprobar que no estaba siendo acechado por alguien entre las sombras.

La equivalencia era ya de 100 pisos hacia abajo y el frió en este punto era el peor que hubiera sentido jamás, los agujeros ahora eran hipnotizantes boquetes profundos de dónde provenía una absorbente negatividad, finalmente Dionisio se cansó de bajar y decidió regresar, pero su ascensión se vio mermada por unas enormes manos grises y podridas que salieron de los agujeros, lo tocaban insistentemente y lo jalaban hacia ellos, pero se pudo liberar de alguna manera y trato de subir, pero su miedo más infame se le vino encima como una bola de boliche, en el escalón superior se encontraba un individuo solo imaginable para los más desaforados dementes, eran un feroz humanoide de elevada estatura que emitía dolorosos gritos de ansiedad que agitaba sus largos brazos tratando de alcanzarlo, su carne era pellejuda y grisácea y su rostro desfigurado solo tenía una expresión de odio infinito, Dionisio se quedó paralizado ante semejante criatura infernal y no reacciono hasta que aquel individuo ya estaba lo suficientemente cerca como para abrazarlo, entonces dio media vuelta y salió corriendo tan rápido como pudo, bajo las escaleras ya sin ir contando cuantos pisos llevaba y no se detuvo hasta que encontró una enorme puerta de piedras negras que contenía el siguiente grabado en ella.

Ante los ojos del maestro todos somos iguales, todos sufrimos igual y compartimos un mismo destino. El tiempo se desvanecerá pero nosotros seguiremos viviendo el mismo infierno hasta que se acabe la voluntad de quien odia”

Empujo la puerta sin poner la más mínima atención a aquellas palabras, entro y llego a un lugar morbosamente conocido, era muy similar al edificio donde trabajaba pero con un enfermizo toque decadente, parecía como si en aquel sitio hubiera habido un terrible terremoto, ya que el lugar estaba muy destruido y parecía estar abandonado, de todos modos esa situación no tenía la más mínima lógica, ¿Cómo era posible que después de 100 pisos hacia adentro hubiera un lugar como ese?

-Tok, tok, tok
-Tik, tik, tok, tok
Salió de su ensimismamiento y se dirigió a investigar de donde provenía ese constante golpeteo.

-Tok, tok, tok
-Tik, tik, tok, tok

Y lo que descubrió fue absolutamente horrible, en el segundo piso del edificio había una emulación bizarra de su área de trabajo, solo que aquí los trabajadores eran seres como los de las escaleras vestidos con traje que gemían dolorosas sonatas que compartían entre ellos. Cada uno de ellos traía consigo un enorme machete con el que cortaban violentamente grandiosos pedazos de carne acumulados en sus mórbidos escritorios, los que no contaban con un montón de carne se mutilaban a sí mismos o cortaban a sus compañeros con bastante energía mientras se lograba escuchar un muy forzado –Trabajo, trabajo, solo hay que trabajar-. Dionisio no podía soportar una escena tan funesta como aquella y dijo en voz baja, -¿Qué demonios es este lugar?- dijo esto sin esperar ninguna respuesta pero para su infeliz asombro obtuvo una respuesta de lo que parecía ser una versión sumamente decrepita de sí mismo que le dijo.

-Este lugar tú lo conoces bien, es tu área de trabajo solo que nunca habías tenido acceso a esta área, solamente una acumulación muy grande de dolor u odio pudo haberte garantizado un boleto para que visitaras esta mierda, nosotros los que estamos aquí alguna vez fuimos humanos o algún otro tipo de ser pensante pero con el paso del tiempo y la energía negativa que crece en nuestro interior nos fuimos degenerando poco a poco y ahora ni la muerte ni el tiempo nos pueden librar de nuestro destino aquí, nosotros hemos ido más allá del tiempo y de la muerte y al final solo queda el TRABAJO.

Dionisio se vio proyectado a futuro, trabajando como un demente para alguien más, desperdiciando el tiempo de su vida trabajando como idiota sin obtener absolutamente nada que vaya más allá del dinero o por lo menos de un dinero bueno y aun después de la muerte seguiría trabajando como esos infelices, la sola idea le causo un ataque de histeria indomable, se arrodillo y se revolcó en el suelo imaginando su amargo futuro, pero cuando por fin retomo la consciencia se decidió a escapar de aquel lugar, pero no sin antes destruirlo por completo, diviso una antorcha con una enorme llama verde saliendo de ella y le vino una brillante idea, incendiaria ese lugar con todos sus infames habitantes y los libraría de esa horrible cárcel de trabajo infinito en la que se encontraban, corrió hacia la antorcha, la tomo y la lanzo contra los muebles decadente que comenzaron a arder prominentemente, tomo otra y encendió otro tramo de aquella infame prisión, así continuo hasta que el lugar no era más que un hervidero de sollozos y de poderosas llamas, trato de correr en dirección a la puerta pero se tardó mucho, el fuego ya lo había empezado a perseguir y lo había encendido por el pie izquierdo que rápidamente fue encendiendo todo su cuerpo hasta dejarlo completamente en llamas, empujo la puerta, subió lo equivalente a un piso y volvió a su edificio normal de trabajo, ya sabía lo que tenía que hacer, si no mal recordaba tendrían que ser las 9:30 que es la hora a la que llego aquel día, tenía que evitarse llegar ese día al trabajo, su vida entera dependía de ello, corrió lo más rápido que pudo y logro ver a la gente señalándolo pero no le importo, lo que importaba era evitar su llegada, pero todo esfuerzo fue infructuoso, cuando le faltaban tres pasos para llegar a si mismo sintió como sus extremidades y partes de su rostro se tornaban en cenizas, ese fuego verde estaba en otro nivel de daño, pero irónicamente no sentía ni el más mínimo dolor, finalmente exclamo.

-¡No entres! ¡Yo soy tu y abajo está el otro! …


Aunque solo lo primero fue audible, las demás palabras ya no salieron de su calcinada boca, tal vez si hubiera podido dar su mensaje su destino hubiera sido diferente, el ultimo recuerdo de Dionisio fue el sentir como su cuerpo entero se estrellaba consigo mismo convirtiéndose de inmediato en molesto polvo humano.


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