Este cuento nació por el asombro que me causo un vídeo que me compartieron en facebook, en el cual se puede observar a un niño molestar violentamente a una inocente iguana. El niño la golpea repetidas veces en su cabeza y la aplasta contra el suelo pata terminar toreando al animal picandole la boca con confianza hasta que en el momento menos esperado la iguana le prensa con fuerza los dedos al niño enseñandole instantáneamente que el respeto a los animales es un tema serio. Espero que lo encuentren interesante.
La Promesa.
Un
pequeño niño jugaba alegremente con su iguana en el patio de su casa, el niño
era moreno y de aparentes bajos recursos, esto se dejaba ver en las ropas
viejas y desteñidas que usaba, una larga camisa color hueso con un pantalón más
grande de lo normal del mismo color y unos zapatos escondidos por la inmensidad
del pantalón de color café claro.
El
niño estaba muy alegre de poder jugar con su Rena su iguana, sus padres casi no
le permitían salir a jugar con ella ya que decían que era peligroso que
anduviera solo con el lagarto. Afortunadamente en ese momento se lo habían permitido
y esto lo hacía profundamente feliz.
-¿Ya
te cansaste pequeña Rena?
La
iguana se quedó inmóvil y obviamente no respondió nada en absoluto.
-¡No
quiero que descanses maldita iguana!-dijo esto vociferando y golpeando la
cabeza de la iguana con frenesí-
La
iguana estaba totalmente sobresaltada por la actitud del pequeño, solo trataba
de cubrir su cabeza con sus patas pero la fuerza del niño aunque limitada era
suficiente para causar mucha molestia y dolor a Rena. De pronto algo muy
extraño ocurrió Rena emitió un grito extraño y poderoso que sobresalto al
infante y lo hizo detenerse de inmediato. El niño se levantó de golpe y se
quedó mirando fijamente a Rena que parecía algo diferente, se acercó con
firmeza y le dijo.
-¡A
mí no me rezongues maldito animal!-dijo esto enojado y se disponía a castigar a
golpes al animal pero lo que ocurrió lo petrifico instantáneamente-
-Si
me vuelves a tocar me colgare de tus dedos y me los comeré uno a uno-¡Rena
había hablado!
El
niño no podía creer lo que estaba pasando, su miedo fue tan superior que en su
desesperación tomo un palo cercano y se dispuso a golpear brutalmente a Rena
para cesar su endemoniado comportamiento. Pero no puedo ni acercarse, Rena
había crecido de una manera impresionante frente de sus ojos, ahora ya no tenía
la forma de una pequeña iguana, si no que ahora tenía la forma de un robusto
dinosaurio de antaño con una boca amplia con grotescos dientes afilados. El
niño se había quedado totalmente catatónico ante semejante revelación, entonces
Rena se acercó con un movimiento tosco hasta quedar frente a frente con el
pequeño infante que ahora se veía mínimo en comparación de la enorme bestia
reptiliana que se posaba en frente de él, Rena hablo.
-Pequeño
niño llorón, si me vuelves a tocar no solo me comeré tus dedos, también me
comeré a tus padres y finalmente volveré a comerte a ti, lentamente, parte por
parte y centímetro a centímetro y escúchalo bien, no habrá ruego que te valga,
nunca te dejare descansar.
El
niño grito y salió corriendo con desesperación hasta llegar con su madre y le
dijo desesperado.
-
¡Mami, mami!, ¡Rena quiere comerme¡ ¡Rena quiere comerme¡
La
madre respondió tranquilizadora.
-Cálmate
hijo, Rena es muy pequeña, sería más fácil que tú te la comieras a ella a que
ella te coma a ti.
-En
serio mami ¡Tiene enormes dientes y quiere comernos a todos!, ¡Ella misma me lo
dijo!
-Hijo,
los animales no hablan y si te mordió o algo es por que posiblemente tú la
estabas molestando primero. Ahora ve a traerla para guardarla en su pecera.
-¡Pero
mamá! Te juro que no estoy bromeando.
-Está
bien hijo yo la traeré.
-¡No mami! , ¡No entiendes!, ¡Te comerá!
La madre avanzo parsimoniosamente hacia el patio, el niño
corrió tras ella y cuando la alcanzo la jalo de su blusa para intentar
infructuosamente detenerla. La madre llego al patio, recogió a la pequeña Rena
del suelo, entro de nuevo en la casa y la deposito en su pecera especial para
iguanas.
El niño se acercó horrorizado a la pecera y vio a Rena la
iguana en su tamaño normal, no era ya una amenaza pero estaba muy aterrado con
su presencia, aun así el niño tranquilizándose poco a poco se aproximó al frio
vidrio de la pecera para ver mejor a Rena.
Desde el otro lado de la pecera Rena veía fijamente al
chico y con un movimiento casi imperceptible le guiño un ojo como recordándole
su mórbida promesa.
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